miércoles, 2 de julio de 2008

Todavía se ve el Hacho (II)

En coherencia con el nombre de nuestro blog, les ofrecemos, como primer texto de Juan, Díaz, un fragmento del artículo Todavía se ve el Hacho, publicado por primera vez en la columna Confidencias Intrascentes, del diario El Faro de Ceuta. Posteriormente fue incluido en un libro recopilatorio de igual título, editado en 1994 por el propio Juan. Más allá de la anécdota que se relata, el objetivo del texto era expresar la profunda confianza del autor en el futuro de su ciudad a pesar de las circunstancias y las incertidumbres de tiempos revueltos.

El señor Canas era bastante mayor que yo, pero teníamos una afición común: la pesca. Muchas veces salimos juntos a pescar en su bote. Un domingo, pusimos rumbo hacia un pesquero de pargos que él conocía, a poco más de una milla de la punta del Desnarigado. La mar estaba como un espejo azulado, sin que soplase ni la más ligera brisa. Y nos prometíamos pasar unas horas de buena y fructífera pesca. Pero, como todo el mundo sabe en Ceuta, por aquella zona las corrientes suelen jugar malas pasadas a las pequeñas embarcaciones. Y eso precisamente fue lo que nos ocurrió: cuando más absortos nos hallábamos con la pesquera, se nos soltó la potala, o sea, la gruesa piedra que utilizábamos como anclaje, y la corriente empezó a arrastrar nuestro bote mar adentro. El señor Canas, experto mecánico, trato enseguida de arrancar el motor de la embarcación, pero el condenado se resistía a ponerse en marcha. Una y otra vez, mi buen amigo se afanaba en darle vueltas a la manivela del arranque, pero como si nada. Y mientras tanto, nos alejábamos cada vez más de la costa. A medida que la corriente nos llevaba lejos, la quietud del agua se iba alterando y los hinchones mecían el bote con mayor intensidad. Yo observaba los denodados esfuerzos que hacía el señor Canas y le relevé varias veces en el trabajo de darle a la manivela al tiempo que él trasteaba en el motor. Pero este seguía sin arrancar. Viendo que nuestros esfuerzos resultaban estériles, empecé a asustarme, temiendo que la fuerte corriente nos llevase hasta sabe Dios dónde por el Mediterráneo, y me puse a rezarle en silencio a nuestra Patrona la Virgen de África. Entonces el señor Canas, al observar mi cara de asustado y que me persignaba, me dijo: ¡No te preocupes, Juan, que todavía se ve el Hacho!

[La foto: Juan Díaz Fernández, el 12 de julio de 1964, con una cherna de 12'25 kg que le valió el 2º premio del Concurso Internacional de Pesca de Altura, organizado por el club CAS. La imagen está tomada en la calle La Marina, con el Hacho al fondo. Es en la vertiente sur de este monte, entre abruptos acantilados, donde se encuentra la Punta de Desnarigado, citada en el texto.]


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