viernes, 29 de octubre de 2010

Hasta siempre, "colombroño"

 

Juan Díaz Fernández, era el mayor de cinco hermanos. En la foto podemos ver a toda la familia, en 1955. Carlos, Ana Maria, Carmen y Loli, en la fila de atrás, de izquierda a derecha. Delante, y también de izquierda a derecha, Juan Díaz Pereña, comandante de Ingenieros, el padre, Ana Fernández Invernón, la madre, y Juan Díaz hijo.

Hoy, por un motivo especial, traemos a "Todavía se ve el Hacho" no un texto de Juan, sino de su hermano Carlos, contenido en un cuadernillo de los que gustaba escribir a sus sobrinos, y que me envió este pasado mes de julio. Se trata de una anécdota desconocida que nos muestra, en cierta forma, la precocidad literaria de Juan y su peculiar sentido del humor. Decía así:

Os cuento algo que quizás no os haya contado antes de vuestro padre, mi hermano.

Cuando cursábamos 7º curso en el Instituto Hispano-Marroquí, que caía por detrás del Casino Militar, teníamos dos horas de clase de Latín con el padre Rafael Navarro Acuña, con un descanso de quince minutos entre ambas. La segunda clase era de "INVERSA" (una traducción de Español a Latín), algo terrible para nosotros que nos defendíamos bien con Julio Cesar y De bello gallico y un poco peor con Tito Livio. Cuando subimos del recreo para la segunda hora de Latín y su "INVERSA", nos encontramos en la pizarra escrito:


DESDICHADOS LOS QUE ENTRÁIS
EN ESTE AULA A SUFRIR
Y MALDICIENDO ESPERÁIS
EL MOMENTO DE SALIR


La letra me era muy familiar...


Debajo de esa cuarteta había otra que decía:


LA DESDICHA SE ACRECIENTA
SI LA CLASE SE REPITE
SOBRE TODO SI ES DE INVERSA
LA TRADUCCIÓN DE DESQUITE


Por supuesto que al entrar en clase todos nos pusimos a leer la pizarra.

"Bueno -dijo don Rafael- ahí tenéis eso, no sé quién lo ha escrito. Manos a la obra: tienen ustedes media hora para la traducción."

La dificultad de la INVERSA se demostró plenamente. No hubo ni uno solo del curso que lograra encajarla. Es más, ni siquiera la que hizo el propio padre Navarro Acuña estaba lograda.

"Bueno, -dijo el cura- ¿y quién ha sido el autor, al que no recriminaré en absoluto; más bien lo contrario, lo felicitaré por su ingenio? Para ustedes queda si le dan un capón o un masculillo."

Todos sabíamos que eso sólo podía ser obra de Juanito Díaz.
                                   
                                                                                   Carlos Díaz Fernandez

Al empezar se dijo que traíamos a colación esta anécdota por un motivo especial. Antes de ayer, 27 de octubre, el mismo día de cumpleaños del que escribe estas líneas, moría en Sevilla, a la edad de 83 años, Carlos Díaz Fernández, hermano de Juan. Veterinario, de profesión y farmacéutico consorte de dedicación, era aficionado a los libros, a los mapas, a escribir cartas larguísimas, siempre de puño y letra, a la antigua usanza, muchas de ellas en formato cuadernillo. Le encantaba recibir postales de sus sobrinos viajeros y devolvérselas "palimpsesteadas", como él decía, eliminada la parte escrita por el remitente y escrita de nuevo la postal. También le gustaba llamarme "colombroño", un sinónimo antiguo de "tocayo".

Para ti pues, "tito Carlos", va nuestro pequeño homenaje. Sé que mi padre se alegrará de compartir contigo un rincón de este blog y de volverte a encontrar allá donde vayáis los que habéis decidido convertiros en recuerdos. Echaremos de menos tus cartas, mi viejo y querido "colombroño".

                                                                                        Carlos Díaz Bermejo

Los dos "colombroños, uno encima de otro, en la playa del Chorrillo. Ceuta, 1959

1 comentario:

Juan Carlos dijo...

Mira que es dificil que se me salten las lágrimas, pues lo has conseguido, primo.
Yo era muy aficionado a mandarle postales al Tio Carlos, es más, lo primero que hacía al llegar al sitio era comprar la postal y el sello para mandarsela. Lo de menos era la postal, sé que a él le gustaba recibir esa correspondencia, fruto de la unión que había entre nosotros.