viernes, 24 de septiembre de 2010

Pepe Ferrero, en la memoria.

Se llamaba José y era amigo de Juan. Un amigo silencioso, de los que apenas se nota que están ahí hasta que realmente hace falta; de esos que demuestran su fidelidad cuando otros, que creíamos más próximos, desaparecen o miran para otro lado. No supe de esa amistad hasta febrero de 2008, cuando el Aula de Mayores de la Universidad de Granada en Ceuta, AULACE, organizó bajo su impulso un homenaje a Juan Díaz. Sólo lo trate durante el tiempo que duró aquel acto, pero fue suficiente para notar la naturaleza de su afecto y su calidad de hombre culto y bueno. Luego, más tarde, Meli, mi madre, me habló de él, de su entrega a la cultura, y especialmente de su trabajo con personas a los que la sociedad a menudo margina en cuestiones culturales: los mayores, los presos; me comentaba sus colaboraciones en El Faro y leí algunos de sus excelentes artículos. También supe de su enfermedad y de cómo, a pesar de ella, asistió a la inaguración de la calle de mi padre. Ese gesto me hizo apreciar de nuevo su valía.

José Ferrero, Pepe para sus amigos, nos dejó el 8 de septiembre. No es el que escribe estas líneas la persona adecuada para glosar sus virtudes en estos tristes días; por desgracia no lo conocí lo suficiente. Pero hoy, en esta tarde del 24 de septiembre, cuando sus amigos y familiares rezan por él en Ceuta, no quería que faltara en nuestro rincón dedicado a Juan un pequeño recuerdo de este gran amigo.

Gracias Pepe: fue una suerte para Juan Díaz el haber podido contar con tu amistad y un privilegio para mi el haberte conocido. Ojalá los dos caminéis por siempre en nuestros corazones, ya sin premuras ni sufrimientos, sin ataduras ni bastones, charlando de libros, escritos y proyectos, eternamente arropados por el cariño de los que nunca os olvidaremos.

Carlos Díaz

(La foto de cabecera fue publicada en el Faro: Pepe Ferrero en el homenaje de AULACE a Juan Díaz Fernández, en Febrero de 2008. El pequeño milagro de la fotografía reune a estos dos amigos).